La psicoterapia es un espacio en el que, además de ser escuchado, puedes escucharte. Cosa que no sucede mucho en el día a día debido a todo el ruido exterior y la prisa con la que corremos. O a que ciertos pensamientos son tan desagradables que no los quisiéramos ni tener (lo que sólo alimenta a los pensamientos obsesivos). Pero, cuando uno decide tomar ese paso e iniciar un proceso terapéutico, tarde o temprano, acaba por escucharse a sí mismo y entender cómo reacciona ante las cartas que tiene y cómo las quiere jugar.
Esta conciencia de sí mismo genera cambios. A veces cambios muy notorios y fáciles de relacionar con los señalamientos recibidos en la psicoterapia. Otras veces, sin embargo, los cambios ocurren poco a poco. De pronto, no nos encontramos tan frustrados o ansiosos. O se nos ocurren diferentes alternativas a un mismo problema. Es por eso que el tiempo de duración de la psicoterapia no se puede predecir en la primera sesión. Es diferente para cada persona.
Si comienzo una psicoterapia, ¿durará para siempre?
No.
En un artículo para Psychology Today las psicoanalistas Mary FitzGerald y Rebecca Landau-Millin, escriben:
La frecuencia y la duración de la terapia se discuten en conjunto entre el terapeuta y el paciente y, en última instancia, la decide el paciente. Las personas se benefician de una amplia gama de duraciones de tratamiento; desde consultas a muy corto plazo hasta terapia a largo plazo o psicoanálisis según la persona y sus objetivos y necesidades.
Aunque la duración de la terapia se pueda estimar y, lógicamente, todo tenga unos parámetros, es el recorrido terapéutico el que indicará la duración del proceso. Dicho recorrido depende del motivo de consulta, los recursos de la persona, su manera de procesar lo que ocurre durante las sesiones y su auto-conciencia. Sin embargo, como todo en la vida, la psicoterapia tiene un fin. Pues su objetivo es que quien acude a ella eventualmente obtenga las herramientas y capacidades necesarias para escucharse, entenderse y actuar.