Todos sabemos que nadie es perfecto, ¿no es así?
Sin embargo, ser perfeccionista se suele considerar como una virtud. Una cualidad que refleja disciplina, esfuerzo y hasta sacrificio en el trabajo de aquellos que se consideran perfeccionistas.
Esto no llega sin esfuerzo. El perfeccionismo es un rasgo de carácter que implica el establecimiento de estándares exageradamente altos para el rendimiento. Cuando esos estándares (en principio inalcanzables) no se logran, la persona se critica duramente, se menosprecia y muchas veces ni siquiera se atreve a mostrar su trabajo, proyecto, idea, o lo que esté en cuestión.
Además, los perfeccionistas también suelen ser demasiado exigentes con los demás. Esperan que su pareja, familia o compañeros de trabajo hagan las cosas como él mismo lo hubiera hecho.
Naturalmente, el resultado es otro. Cada persona tiene un ritmo y una manera de hacer ciertas cosas. Bien o mal, no lo sé… pero diferente, seguro. Entonces, el perfeccionista sufre. Sufre por lo que le cuesta hacer las cosas y por lo que le cuesta ver que otros las hacen de una manera diferente.
Si tan sólo tuviera tiempo para hacer todo…
Ese pensamiento tan frecuentemente expresado por los perfeccionistas tiene una segunda parte, que tal vez muchos de ellos desconozcan: si tuviera tiempo para hacer todo, como quiera no lo terminaría. El motivo lo sabemos desde el principio–nada ni nadie es perfecto. Y su propia exigencia por hacer las cosas de manera impecable les impediría terminar aquello que se han propuesto.
Entonces ¿hay que luchar contra el perfeccionismo?
Si tú te consideras perfeccionista y disfrutas de lo que haces, sigue así. Puede que sea un rasgo más de tu personalidad al cual le sabes sacar provecho.
Si, por el contrario, te causa angustia, estrés y pensamientos obsesivos, es momento de que comiences a ver el perfeccionismo con otros ojos. No es una virtud a la cual aspirar. Es una manera de intentar organizar tu mundo interno desde afuera. Y esto puede llegar a ser emocionalmente agotador.
Los perfeccionistas en el fondo, de manera inconsciente, creen que su capacidad de ser amados o estimados, incluso por sí mismos, depende de que las cosas salgan a la perfección. Pero tratar de que todo sea perfecto, solo los pone en riesgo de entrar en una espiral negativa de la que será cada vez más difícil comenzar a avanzar.
En palabras de la escritora Brené Brown:
Comprender la diferencia entre el esfuerzo saludable y el perfeccionismo es fundamental para establecer el escudo y retomar tu vida. La investigación muestra que el perfeccionismo obstaculiza el éxito. De hecho, a menudo es el camino hacia la depresión, la ansiedad, la adicción y la parálisis de la vida.
Ya están las máquinas para fabricar y empaquetar cosas con exactitud. La imperfección es huella de lo humano. De lo único. Es más, triunfamos más cuando somos imperfectos ya que nos liberamos de la gran presión de sobresalir.
No nos pidamos a nosotros mismos ni a los demás ser perfectos. Tenemos que ir soltando esa ilusión de control y dejar que las cosas fluyan con cierto equilibrio.
Intentar hacer las cosas bien es ya bastante honorable. No hay necesidad de hacer las cosas de manera perfecta. Sólo de hacer las cosas lo mejor que puedas y aprender de las lecciones de la vida.
Hacer las cosas imperfectas pero suficientemente bien a cambio de tranquilidad mental es una meta digna y gratificante.