La respuesta concreta es no.
La respuesta justificada es la siguiente:
La terapia es un método válido para aliviar muchos síntomas psicológicos y emocionales de nuestro día a día. Sin embargo, debido a los muchos mitos y creencias erróneas que le rodean, todavía hay quienes no se animan a considerarla como una opción para mejorar cosas que ellos mismos reconocen como causantes de malestar.
En otras palabras, cuando una persona sabe que está atravesando por una situación que lo vuelve emocionalmente vulnerable, o bien, que vive con aflicciones que disminuyen su calidad de vida como ansiedad, depresión o pensamientos obsesivos, quiere decir que vive en una discordancia que le causa conflicto.
Hay personas que se dan cuenta que algo les está causando conflicto apenas aparecen los primeros síntomas. En el otro extremo, hay personas que hasta que se hallan en medio de la tormenta, caen en la cuenta de que venían arrastrando su propio malestar desde tiempo atrás. De cualquier manera, mientras la persona en conflicto crea en los mitos que rodean a la psicoterapia y a los psicólogos en general, será muy difícil que pueda buscar y recibir ayuda de calidad.
La desinformación y los prejuicios que rodean a tantas áreas de la salud pueden llegar a ser muy peligrosos. Por eso, me he tomado la libertad de traducir las palabras que la experta en salud mental Shainna Ali ha escrito para Psychology Today. En su artículo, Ali escribe sobre seis mentiras comunes que se creen sobre la terapia. Yo retomo una que desafortunadamente es muy común, pero que afortunadamente lo es cada vez menos:
“La terapia es para gente loca”.
Esta afirmación, que es poco convincente, está plagada de estigma, pero también es la idea errónea más común que escucho sobre la terapia. Nuestra imagen de la terapia es tan sesgada: la necesidad de atención de salud mental no significa que alguien esté “loco”, sino que es lo suficientemente valiente como para pedir ayuda cuando la necesita.
La percepción de la sociedad de quienes buscan atención de salud mental a menudo implica imágenes de alguien que no tiene la capacidad de pensar con claridad, mantener un trabajo, vivir de forma independiente, ser un padre o compañero amoroso, etc.
Sí, las personas que tienen que lidiar con estas preocupaciones asisten a terapia—pero también lo hacen miles de personas que no encajan en esa descripción. Esta visión en blanco y negro de “funcionamiento versus no funcionamiento” de la atención de salud mental puede hacer que síntomas reales no se controlen, a menudo empeorando las cosas. El hecho de que alguien esté “funcionando plenamente” no significa que no tenga la oportunidad de crecer en terapia.
Ir a terapia es una experiencia única y muy valiosa para entender y lidiar con el mundo externo, pero sobre todo, con nuestro mundo interno. Esto no quiere decir que cada habitante del planeta tenga que ir a terapia, claro está.
El iniciar un proceso terapéutico es una decisión personal, en el mejor de los casos, motivada por nuestras ganas de crecer y dejar atrás ciertos conflictos. No permitamos que una decisión tan importante esté basada en prejuicios.