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La importancia de reconocer nuestras emociones.

Aceptar las emociones negativas es un signo de bienestar emocional.

Sí. Aunque he escrito sobre esto antes, lo vuelvo a repetir: reconocer y expresar—de la mejor manera que podamos— nuestras emociones es fundamental para nuestro bienestar.

La felicidad suele ser fácil de reconocer, y al ser socialmente celebrada, también suele ser fácil de expresar. Por lo tanto, dejémosla de lado por ahora. Hoy me gustaría hablar especialmente de otro tipo de emociones: la tristeza, el miedo y el enojo.

Absolutamente todos hemos experimentado estas emociones. Es de lo más natural. Entonces, ¿Por qué puede llegar a ser tan difícil reconocer y admitir que las sentimos?

Primero, porque al sentir tristeza, miedo o enojo (o todas las anteriores) nos pone en una posición de vulnerabilidad, y admitir que somos seres vulnerables, puede ser una tarea difícil. Nos confronta con partes oscuras de nuestra propia mente y nos provoca incomodidad. Dicha incomodidad no es sólo mental, también nos lleva a sentirnos físicamente mal. Sin embargo, sentir las llamadas emociones negativas  es totalmente válido.

Reconocer que estamos enojados o tristes puede llevarnos a tomar acción y cambiar nuestra situación más fácilmente que tratar de negar lo que sentimos. La negación de las emociones desemboca en resentimientos, ansiedad, malestar físico y un largo etcétera.

Todas las emociones son una fuente de información y pueden servirnos para conocernos mejor a nosotros mismos.

Prestarles la justa atención es como calibrar nuestra brújula interior. Sentir tristeza, miedo y/o enojo es necesario. Reconocerlo y expresarlo también. Lo cual, por supuesto, no quiere decir que hay que estancarnos en nuestras emociones negativas ni utilizarlas para interpretar el papel de la víctima.

Todo lo contrario: aceptar éstas emociones nos permitirá apropiarnos de ellas y poder utilizarlas a nuestro favor.

Hay un libro tengo muchas ganas de leer, precisamente, por lo mucho que me gustó su título: “La gestión creativa del cabreo”, de Jaime Izquierdo Vallina. A continuación cito una parte de su descripción:

 

Muchos de los grandes genios que tuvieron ideas revolucionarias o protagonizaron descubrimientos trascendentes, fueron en principio, y antes de pasar a la historia por sus aportaciones, personajes cabreados que tuvieron que luchar contra lo establecido.  Sus avances no hubieran sido posibles sin, primero, haberse cabreado y, segundo, haber controlado esa energía cabreante, domándola, depurándola y utilizándola como combustible para demostrar el acierto de sus postulados.

 

Y creo que ahí radica la clave. Si sabemos cómo utilizar la energía de esas emociones ya sea para crear algo o para conocernos mejor, entraremos en el terreno del bienestar emocional.

Bienestar emocional no significa, como a veces puede parecer, tener una vida sin obstáculos. Tampoco ser un optimista sin control. Es más bien darnos el espacio de vivir aquello que sentimos desde el autoconocimiento y la sinceridad.   

Aprender a identificar y expresar nuestras emociones, incluidas las negativas, fomentará nuestro bienestar físico, mental y emocional.